pensar unipersonales

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En lo que va del año, ya son cuatro los unipersonales que se estrenaron en la avenida Corrientes con talentos convocantes. A saber: Yo soy mi propia mujer, con Julio Chávez, Oscar y la dama rosa, con Thelma Biral, 4 jinetes apocalípticos (las tres en el Multiteatro), interpretada por Mauricio Dayub, y Mi brillante divorcio (Astral), con Ana Acosta.

Pero hay más: en el circuito off hay por lo menos ocho piezas pensadas para un sólo actor, como es el caso de Escaparate (Teatro Gargantúa, mañana se despide), el cuarto unipersonal de Carlos Belloso, escrito y dirigido por él. En pleno verano porteño, la elección de los textos es llamativa: no buscan el pasatiempo liviano aunque algunas puedan invitar a la risa cómplice con el espectador. Más bien invitan a la reflexión, a la emoción, a los replanteos filosóficos. Acá, los protagonistas opinan, mientras hilvanan historias sobre cómo prepararon y transitan esta experiencia.

Thelma Biral le da vida a Oscar, el chico de 10 años que tiene un cáncer incurable, y a Mamá Rose, la voluntaria que lo acompaña con infinita ternura en sus últimos días. Emotiva, la pieza es un canto a la esperanza. "El unipersonal es una tendencia, no sólo acá, también en Broadway. Sé que Vanessa Redgrave va a estrenar algo pronto, y la autora Jazmin Rezha está preparando cuatro monólogos", asegura. Pero advierte: "No es un desafío para cualquiera. Hay que tener mucho taco gastado y usar toda la técnica que aprendimos en el Conservatorio".

Según Biral, que ya había pasado por la experiencia del unipersonal con Charlotte Bronte, este tipo de espectáculos demanda mucha energía. "Necesito reponerme durante el día. Además, hay que ser previsores en todo: hasta en dejar de tomar agua a cierta hora. Es que estoy sola en el escenario (se ríe). Y ojo: no por que haya un solo actor es algo barato: acá hay un equipo de primera línea para que sea un todo de calidad".

Mauricio Dayub no está seguro de si se puede hablar de una tendencia. Pero admite: "Me sorprendió que me llamaran para llevar 4 jinetes... al circuito comercial —el año pasado la presentó en el Chacarerean Theatre—. Al principio sentía algo parecido al vértigo de los clavadistas mexicanos, dudaba si estaba loco o no. Pero cuando veo que la gente me sigue, aparece la euforia de la responsabilidad actoral. Noto que este nuevo público está más dispuesto a descubrirle el humor a la obra", asegura Mauricio Dayub, que en escena deja el alma con cuatro historias relacionadas con el hambre, la peste, la muerte y la guerra.

Y reflexiona: "El unipersonal me permite ser actor 100%, es la esencia misma del oficio porque, como hago ocho personajes, me exige mucho. Y yo intento poner todas mis herramientas al servicio del texto y no de mostrarme".

En el caso de Julio Chávez, esta es la primera vez que le pone el cuerpo a un unipersonal. Y la sala siempre está llena (hasta emociona la ovación final). Fiel a su estilo, se preparó durante cuatro meses con una actriz formada en su estudio, que no tiene injerencia en la observación del personaje pero sí colaboró con él. También le llevó el texto a una mujer alemana para que lo leyera (la obra se basa en la vida real de Charlotte von Mahlsdorf, travesti y célebre coleccionista de antigüedades que vivió en Berlín. Hace, además, de el autor). "Estamos frente a una casualidad. En todo caso, el unipersonal es una posibilidad más que tiene el teatro. Y creo que todos los actores pueden intentarlo porque hay diferentes tipos de unipersonales", opina el actor, recién llegado de Berlín, donde ganó el Oso de Plata en el Festival de Cine por su actuación en El otro, de Ariel Rotter.

En cuanto a la exigencia física, Chávez agradece la energía de su cuerpo y el entrenamiento que tuvo con Ella en mi cabeza (la pieza de Oscar Martínez), donde estaba toda la obra en el escenario. Pero reconoce: "Aunque me lo pidieron, no puedo hacer dos funciones los sábados porque se me resiente el cuerpo, el espíritu y perjudicaría a la obra, que tiene zonas exigentes". A la hora de evaluar diferencias con el trabajo grupal, opina: "Hasta el hecho de saludar solo es distinto, te pone en un lugar de exposición muy particular. Cuando trabajás con otro, agarrás de a ratos la pelota. Así, podés descansar, tomar un vaso de agua u observar el campo donde te estás moviendo. Esta experiencia va a sumar a mi oficio", dice, con tremenda humildad.

Hablando de ventajas y desventajas del género, Ana Acosta se lo toma con humor. "Vas primera en el cartel, te llevás todos los aplausos (aunque te querés matar si no los hay) y todos van a verte a vos. Sin embargo, y esto es en serio, no poder compartir no es fácil. Mi marido es el asistente de producción del espectáculo, así que por suerte, cuando pruebo cosas nuevas en el escenario, se las puedo comentar. No tener esa devolución puede achancharte".

No parece que sea su caso. Hace ¡18! personajes en escena, bien diferentes unos de otros. Para lograrlo, dice, trabajó mucho la voz y las posturas. ¿Si esto es una tendencia? "Más bien son épocas, —responde—, cuando debuté con Cómo rellenar un bikini salvaje, Gerardo Romano y Fabio Posca hacían lo propio cerca. Es cíclico. Después vino el tiempo en que todo eran obras interpretadas por mujeres, o sólo por hombres. Y a veces, las tendencias se dan de ca sualidad: tenés una obra de determinado tipo en preparación, se estrenan a la vez otras del estilo y te apurás porque ese es el momento de subirlas a escena".

Para Carlos Belloso, Buenos Aires tiene una tradición en la materia. "Pienso en Enrique Federman, Danilo Devizia, Pinti, Gasalla... A mí me resulta práctico: tengo una idea y la plasmo". El puso la obra en marcha por sólo ocho funciones: "En una sala chica es querer darte el gusto (ríe). Quería hablar de la percepción, el tiempo, el espacio. El unipersonal es un camino hacia uno mismo. Yo le aconsejo a todos los actores que lo transiten, es la posibilidad de tenerlo todo, de echarle mano al imaginario. ", alienta Belloso.

Carlos Rottemberg, reconocido productor teatral (tres de estos unipersonales son coproducciones suyas y se dan en una de sus salas), opina: "En el teatro hay olas, y esta es la del unipersonal. Yo empecé a pensar en programar este tipo de espectáculo a raíz del exito de Nos seré feliz pero tengo marido, que hace siete años es un éxito rotundo (este año vuelve, en sala a definir, después de una gira por Miami, México y París). El espectador ya no se asusta con un sólo actor en escena, se mejoró la producción, y no importa si es comercial, off, con uno o treinta actores: si es bueno, la gente va".

Además de la obra de Peretz, se viene Sócrates (Osvaldo Santoro), el reestreno de 4.48 Psicosis (Leonor Manso) y Favio Posca con un espectáculo nuevo. No es exagerado, entonces, hablar de una tendencia que llegó para quedarse.